MUSICAL PORTRAITS
Deborah Feingold
Desde el 30 de NOVIEMBRE 2017 al 30 de Enero 2018
INAUGURACIÓN Jueves 30 de Noviembre 20hs
"Era totalmente estilo libre, y nunca fui más feliz. Conviviendo con músicos de jazz, aprendí a improvisar. Eso cambió mi vida. Fue arriesgado y fue emocionante a la vez." DF
MONDO GALERIA presenta por primera vez en España una exposición individual de Deborah Feingold, retratista americana pionera de la musicalidad en el retrato. Siempre cercana al mundo de la música cada una de sus imágenes lleva una cuidada construcción a base de ritmo y melodía volcados al color, con lo que ha conseguido domar a fieras de la talla de Keith Richards or Tom Wolf, así como crear diálogos íntimos con personajes menos hedonistas como Brian Eno o Sinead O´Connor. Su indiscutible trayectoria la hace hoy, con el paso del tiempo, una de las más importantes retratistas de la cultura pop a partir de finales de los 70´.
“David Byrne”. 1983. Deborah Feingold.
20 de los mejores retratos de Deborah Feingold convierten esta exposición en un paseo imperdible por las últimas décadas de un siglo (XX) que inventó la cultura popular y que convirtió a los músicos en grandes aspiraciones visuales más allá de sus talentos musicales.
“Sinead O´Connor” 1990. Deborah Feingold
LA MUSICALIDAD EN EL RETRATO
La musicalidad se relaciona con lo bello, lo estético y lo tangible de la música, pero también se refiere a aquello que nace dentro, lo que es inherente a la persona musical. Casi todos los buenos músicos, si observamos, llevan esa musicalidad en su persona. En su posturas, su andar, sus expresiones o el espacio que llenan. Esa musicalidad es la que capta Deborah Feingold con su cámara.
Si bien consciente de la presencia de esa cámara, el retratado aparece jugando, creando, negociando su imagen con la fotógrafa. Pese a que las composiciones son a veces complejas, la naturalidad es lo que prima siempre, extrañamente, dentro de estos momentos construidos al milímetro. Y allí se ve la experiencia, una fotógrafa que sabe preparar su tela de forma que al momento de disparar es la improvisación lo que prima, la soltura, la fluidez del momento y del encuentro. Y en esto se comporta totalmente como un músico de Jazz. Miles Davis (con quien Deborah tuvo oportunidades de coincidir) no improvisa sobre un campo abierto vacío, el rey del bip bop al igual que su amigo Coltrane o muchos otros, improvisan sobre una melodía concreta, una vez absorbida y asimilada, es cuando pueden armarla y desarmarla innumerables veces, deshacerla, diseccionarla y siempre volver a ella como si nada hubiese sucedido. En la imagen hay un factor tiempo que es irreversible, pero ese es el que acaba creando una buena fotografía. Ese: no podía ser ni medio segundo antes ni medio después. Hay un momento exacto que es el que hace la fotografía y ese momento en el retrato es un momento de confluencia entre el fotógrafo y el fotografiado, un instante supremo que queda grabado en la placa y es el resultado de todos los ingredientes que fueron cuidadosamente preparados para esa imagen, sumados a la improvisación del momento y unidos por una amalgama de tiempo y magia que es lo único que puede cerrar una imagen como estas. Luego vendrá con los años el análisis, la época, en quiénes se han convertido los retratados o si una imagen se ha convertido o no en icono, pero, lo importante, lo imprescindible, estás allí latente desde el instante del disparo.
“Brian Eno” 1981. Deborah Feingold
SOBRE EL ARTISTA
(Rhode Island, 1951)
Uno de los primeros cuartos oscuros de la fotógrafa Deborah Feingold fue una celda de prisión. Después de graduarse de Emerson College en la década de 1970, fue galardonada con una beca para enseñar fotografía a jóvenes con problemas en una prisión de Boston, afirmando su creencia en el poder de la cámara como herramienta para la autoexpresión y la comunicación, sentando así las bases para una carrera de décadas fotografiando los nombres más destacados en la cultura estadounidense. Feingold se mudó a Nueva York en 1976, junto a su pareja entonces un músico de jazz que la inspiró a abrazar el espíritu de improvisación en su fotografía y la llevó a su primer gran encargo: fotografiar al ícono del jazz Chet Baker para la portada de uno de sus primeros álbumes con el sello Artist House. Su trabajo con Baker y otros en el sello llamó la
atención de la revista Musician, que contrató a Feingold como su enlace en Nueva York.
Convirtiendo su pequeño departamento en un estudio improvisado (esta vez su ducha sirvió como cuarto oscuro) y con su deambular libre en las impredecibles calles de Nueva York, Feingold capturó imágenes inolvidables de algunos de los más legendarios nombres en la música, de B.B. King y James Brown a Bono y Madonna a REM y Pharrell.
La capacidad única de Feingold de poner a sus sujetos casi inmediatamente a gusto ha engendrado el tipo de momentos “raros, honestos e íntimos” que se convirtió en el sello distintivo de su trabajo, y en las décadas siguientes, sus fotografías aparecerían en Rolling Stone, Time, Newsweek y The New York Times entre otros, junto con innumerables portadas de álbumes y libros. Los retratos en su catálogo pueden leerse como un quién es quién de los íconos culturales de los últimos treinta años: incluyendo al presidente Barack Obama, Mick Jagger, Bill Gates, Tom Wolfe, Prince, Johnny Depp, George Carlin y muchos más en el pasado y el futuro.